Que cambios en la columna vertebral permitieron la posicion vertical y el bipedismo
El bipedismo del foramen magnum
La evolución del bipedismo humano, que comenzó en los primates hace unos cuatro millones de años,[1] o tan pronto como hace siete millones de años con el Sahelanthropus,[2] o hace unos 12 millones de años con el Danuvius guggenmosi, ha provocado alteraciones morfológicas en el esqueleto humano, incluyendo cambios en la disposición y el tamaño de los huesos del pie, el tamaño y la forma de la cadera, el tamaño de la rodilla, la longitud de las piernas y la forma y orientación de la columna vertebral. Los factores evolutivos que produjeron estos cambios han sido objeto de varias teorías[3].
La marcha humana es aproximadamente un 75% menos costosa que la marcha cuadrúpeda y bípeda de los chimpancés. Algunas hipótesis han sostenido que el bipedismo aumentó la eficiencia energética de los desplazamientos y que éste fue un factor importante en el origen de la locomoción bípeda. Los humanos ahorran más energía que los cuadrúpedos al caminar, pero no al correr. La carrera humana es un 75% menos eficiente que la marcha. Un estudio ayudó a demostrar que la marcha de los bípedos homínidos vivos es notablemente más eficiente que la marcha de los cuadrúpedos homínidos vivos, pero los costes de los desplazamientos en cuadrúpedo y bípedo son los mismos[4].
Posición del foramen magnum en los bípedos y cuadrúpedos
Para entender la evolución de cualquier especie, primero debemos establecer su estado ancestral: ¿de qué tipo de animal evolucionó? En el caso de nuestro linaje, esto requiere que intentemos reconstruir el Último Ancestro Común de los humanos y los chimpancés (marcado con una «A» en la Figura 1). El último ancestro común de los humanos y los chimpancés (HC-LCA) es la especie de la que divergen el linaje de los homínidos y el de los chimpancés y bonobos. Los homínidos son las especies de nuestra rama del árbol de los hominoideos después de la separación con el linaje de los chimpancés y los bonobos, incluidas todas las especies extinguidas y las ramas laterales evolutivas (Figura 1).
En los fósiles de hominoideos del Mioceno tardío de África se aprecian cambios en la anatomía de los simios. Algunas especies de hominoideos de este periodo presentan rasgos típicos de los humanos pero que no se observan en los demás simios vivos, lo que lleva a los paleoantropólogos a inferir que estos fósiles representan a los primeros miembros del linaje de los homínidos. Los primeros rasgos humanos que aparecen en el registro fósil de los homínidos son la marcha bípeda y unos caninos más pequeños y romos.
La locomoción bípeda en los humanos
La forma única de locomoción que presentan los humanos modernos, denominada bipedismo obligatorio, es importante para distinguir nuestra especie de los grandes simios existentes (vivos). La capacidad de caminar habitualmente en posición vertical se considera uno de los atributos que definen el linaje de los homínidos. También nos diferenciamos de otros animales que caminan de forma bípeda (como los canguros) en que no tenemos cola para equilibrarnos mientras nos movemos.
La mayoría de las investigaciones apoyan la teoría de un ACV arborícola (es decir, la idea 1) basándose en la morfología del esqueleto de los primeros géneros de homínidos que demuestran adaptaciones para trepar pero no para caminar con los nudillos. Esto significaría que tanto los humanos como los chimpancés pueden considerarse «derivados» en términos de locomoción, ya que los chimpancés habrían evolucionado de forma independiente la marcha con nudillos.
Hay muchas ideas actuales sobre las presiones selectivas que llevarían a los primeros homínidos a adaptar la postura erguida y la locomoción. Muchas de estas presiones selectivas, como hemos visto en la sección anterior, coinciden con un cambio en las condiciones ambientales, apoyadas por datos paleoambientales. En general, sin embargo, parece que los primeros homínidos prosperaron en regiones boscosas, de forma similar a los actuales grandes simios, con una densa cobertura arbórea, lo que indicaría un estilo de vida arborícola. Cuando las condiciones ambientales cambiaron y se generalizó un entorno de sabana/pastizal, la cobertura arbórea se volvió menos densa, dispersa y escasa y, por tanto, el bipedismo cobró mayor importancia.
El foramen magnum
Nuestros huesos están organizados para ayudarnos a caminar sobre dos piernas. La pelvis, los huesos de las piernas (fémures), las articulaciones de las rodillas y los huesos de los pies de los primeros homínidos proporcionan a los paleoantropólogos buenos indicios sobre su forma de moverse.
Los paleoantropólogos también pueden saber si los homínidos caminaban erguidos a partir de sus cráneos, observando el foramen magnum -el punto en el que la columna vertebral entra en el cráneo- y, por tanto, la posición natural de la cabeza.
La conservación de las huellas se debió a un conjunto de circunstancias extraordinarias. Al principio, un volcán cercano llamado Sadiman entró en erupción, arrojando una nube de ceniza fina que se asentó en los alrededores. Luego llovió, creando algo parecido al cemento húmedo.
Muchas aves y animales caminaron sobre este «cemento» húmedo, dejando sus huellas en él. Entre ellos, caminaban dos homínidos Australopithecus afarensis, uno grande y otro pequeño, uno al lado del otro. El más grande probablemente llevaba algo pesado, ya que dejó una hendidura más profunda en un lado. Tal vez se trataba de una madre que llevaba a su hijo.